La universidad pública como escuela de la democracia
Comprender el papel de la universidad pública, en su responsabilidad social para la construcción de ciudadanía y de democracia, nos obliga a situarnos ante el momento histórico actual dominado por la racionalidad económica y la acumulación permanente de riqueza. En este esquema dominante, la universidad pública ha sido relegada como institución constructora de una ciudadanía crítica y participativa que no resulta necesaria a los intereses de una elite que detenta los recursos económicos y dispone de las prerrogativas políticas. Así, la propuesta de ponencia se enfoca en la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), ubicada en uno de los enclaves regionales de México que se ha caracterizado por la desigualdad y pobreza de la mayor parte de su población. Hay que enfatizar que esta experiencia no se trata de una cuestión aislada, sino que es una situación que se multiplica en varias universidades públicas estatales, particularmente, las identificadas como universidades de provincias que se encuentran en contextos de mayor desigualdad social respecto a las universidades del centro y norte del país. Resulta necesario analizar el papel que debe tomar la universidad pública, no únicamente como institución modelo de paradigmas normativos sobre el “deber ser” de la política, de la ciudadanía y de la democracia; sino como una institución que pueda rebasar la concepción dominante que existe acerca de una democracia reducida a su expresión electoral y de una política que no reconoce las diferencias y necesidades de los contextos regionales para la construcción de una ciudadanía plural y participativa que pueda cambiar los matrices del poder que hoy impone una política excluyente. La universidad pública no como un espacio de capacitación y enseñanza técnica, que enfatiza capacidades instrumentales, operativas, etc., sino como un espacio para el desarrollo del pensamiento crítico y la formación humanista, cívica y ética, que permita la construcción de ciudadanos formados en el arte de la política del dialogo, del respeto a las diferencias; de lo contrario, sería condenar el papel de la universidad pública contemporánea a una tarea mínima que solo contribuye a la crisis creciente de un sistema que ya no funciona.
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